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Ermita Ntra. Sra. de la Esperanza

Ayuntamiento de Sedella

Ermita Ntra. Sra. de la Esperanza

 

La ermita de la Virgen de la Esperanza se sitúa en el extremo sureste del pueblo, casi en las afueras del casco urbano. Sorprende la variedad y riqueza de su patrimonio y su envidiable estado de conservación, fruto del esfuerzo y dedicación de los sedellanos. La construcción data del siglo XVII, levantada a partir de una planta rectangular. El elemento plástico exterior más sobresaliente, visible en la actualidad, es su pórtico descubierto, formado por grandes arcadas de medio punto, muy original, y que a modo de compás abraza al fiel en un primer estadio, preparándolo para el sagrado lugar al que está a punto de acceder.

La sencilla entrada se significa mediante simulado frontón triangular sobre dos semicolumnas. El ladrillo es el material que define estos elementos, estableciendo un diálogo cromático y textural con el blanco del resto de las superficies. Por encima, una espadaña, también con hastial y arco de medio punto, combina del mismo modo que la fábrica de la portada.

 

 

El espacio interior es un rectángulo directamente orientado hacia la cabeza donde un dorado y decorado altar da paso a una gran hornacina semicircular inserta en el muro, con molduraje rodeado en todo su contorno por motivos vegetales de inspiración dieciochesca y protegida por un cristal, donde en su interior se custodia la figura de la Virgen que descansa sobre un trono-baldaquino de movidas formas neobarrocas. A derecha e izquierda de la hornacina, con moldura semicircular, se yerguen dos ángeles lampadarios de reciente factura, que terminan de enmarcar el muro.

 

La ermita cuenta con varias vírgenes de calidad, de pequeño tamaño y de indudable antigüedad. Son vírgenes de vestir, que portan ricas y coloridas telas, como la que se sitúa en la hornacina del lado izquierdo, y la de la Esperanza, custodiada dentro de la hornacina principal del presbiterio, ambas coronadas y mostrando a un hierático Niño Jesús. En la hornacina de la derecha se ubica otra pequeña virgen de bulto redondo y cuerpo completo, también coronada y de reciente factura.

El techo de la nave es plano, a la manera de un alfarje, formado por vigas maestras o jácenas dispuestas horizontalmente que apoyan sobre canecillos en “S”. Sobre ellas se extienden tablones de cubrición, entre los que se disponen pequeños listones, perpendiculares a las mencionadas vigas. Desconocemos la antigüedad de esta cubierta y hasta que punto es fruto de recientes restauraciones.

 

 

Por último, deberemos destacar que en la entrada de la ermita se encuentra una gran era, perfectamente conservada, cuyo suelo está formado por cantos rodados de mediano y pequeño tamaño dispuestos radialmente, donde antiguamente los lugareños trillaban el grano.

Hacia la mitad de la nave, dos pequeñas hornacinas, una a cada lado, muestran importantes restos de pintura al fresco, y con un desarrollo de las formas basado en la línea, pero con un apreciable dominio del volumen conseguido mediante la degradación de los colores y el uso de la perspectiva. La hornacina de la izquierda muestra una serie de soldados de cuerpo entero, dispuestos alrededor, alguno con casco, muchas lanzas e interesantes vestimentas, con pose estática pero bien articulados, y alguno en actitud de movimiento. Sus rostros están simplificados, aunque el situado a la derecha de la composición muestra una buena individualización y expresión con abundantes detalles faciales.

 

 

En el centro de la composición una figura frontal con el brazo izquierdo apoyado sobre la cintura, cuyo rostro se ha perdido, parece ser el personaje principal de la composición. Detrás de él asoma un rostro demoníaco y otro personaje lo señala con un dedo. Los colores, a pesar de que o han desaparecido completamente o en el mejor de los casos han perdido mucha intensidad, no dejan de asombrar por el equilibrio y distribución de tonos, alejados de cualquier rasgo de manierismo. Sería posible relacionar este tipo de representaciones con la idea del triunfo de la sociedad cristiana sobre la musulmana, hecho que había acontecido no ha mucho tiempo, y que no terminó de resolverse, ya que continuó con el problema morisco en toda la zona axárquica. Este concepto de confrontación de ideologías y el triunfo de una sobre la otra parece estar detrás de la composición, donde el ejército vencedor, provisto con su parafernalia militar, al frente del cual se yergue una figura, quizá santa, vence sobre el diablo, un mal que simbolizaría a la sociedad recientemente derrotada.

La otra hornacina conserva en su zona perimetral un conjunto de ángeles, también de cuerpo entero, aunque en este caso arrodillados y distribuidos axialmente, portadores de símbolos de la Pasión de Cristo, como el que lleva los tres dados, otro que parece portar un estandarte, una cruz, una caña. En el intradós del arco se perciben restos de textos escritos, elevando los ángeles, situados en la parte superior, los brazos, significando la Gloria de Dios. La figura central, hoy totalmente desaparecida, podría haber representado la Ascensión de Cristo a los Cielos, tras su pasión y muerte, entroncando así con el fresco anteriormente comentado, como símbolo cristiano de la victoria. No es irreal pensar en la mayor extensión inicial de estos frescos a lo largo de los paramentos interiores de la ermita.

En una tercera hornacina encontramos la interesante figura de bulto redondo de San Antón o Antonio Abad, posiblemente realizada a mediados del siglo XVII, escultura policromada donde se aplica el estofado, técnica que mostraba el oro insertado en el ropaje que portaban las figuras, que refleja un fino trabajo y gran maestría, manejando perfectamente los volúmenes y consiguiendo, no tanto en el rostro, una gran naturalidad en el movimiento y caída de las telas que cubren el cuerpo del santo. San Antón fue un eremita que nació y murió en Egipto, lo que no es casualidad, y refuerza nuestra tesis del discurso sobre la superioridad de la nueva y victoriosa sociedad cristiana.